El tesoro de Jiquilpan: su pasado prehispánico. Exposición arqueológica
Texto: Agapi Filini y Efraín Cárdenas, Arqueólogos
Fotos: Tania Duarte
El Colegio de Michoacán, A.C.
La colección arqueológica existente en el Museo Vida y Obra de Lázaro Cárdenas del Río es un importante acervo para la arqueología regional; permite conocer la riqueza de un pasado remoto e identificar los rasgos elementales de las poblaciones antiguas que habitaron esta región desde el año 300 antes de cristo y hasta la llegada de los españoles. La colección consta de 204 piezas arqueológicas registradas ante el Instituto Nacional de Antropología e Historia en 1981. Destacan objetos utilitarios en cerámica y piedra tallada, objetos suntuarios y bienes de prestigio como collares de pirita, turquesa y concha, escultura en piedra y petrograbados con motivos geométricos y zoomorfos.
I. Los estudios arqueológicos
Solamente dos exploraciones arqueológicas se han realizado en el Municipio de Jiquilpan. En 1942 el profesor Eduardo Noguera realizó excavaciones en el sitio de El Otero y en el terreno donde se construiría el “Campo de aviación”. Posteriormente en 1979, Álvaro Ochoa, invitó en su calidad de Director del Centro de Estudios “Lázaro Cárdenas” al arqueólogo Otto Schondube para realizar exploraciones en la tumba encontrada de manera accidental en el sitio de La Casita de Piedra, la tumba encontrada en esa oportunidad, forma parte de una tradición muy larga del occidente mesoamericano. Se han encontrado otras en los estados de Jalisco, Nayarit y Colima y, las más antiguas, en el sitio de El Opeño en Jacona, Michoacán que datan de 1500 a.C. En el terreno de La Casita de Piedra” la tumba era de forma cónica (o “de botella”) y estaba sellada por varias lajas. Para excavarla usaron cincel o pico de basalto.
La tumba contenía restos de por lo menos tres individuos con sus respectivas ofrendas entre las cuales destacan cajetes y ollas. El material recuperado es muy semejante a los materiales encontrados en el Valle de Atemajac (Guadalajara) del complejo Tabachines ubicado entre los años 500 y 600 d.C.
Otro lugar medular para la arqueología es El Otero. Se localiza a unos 3 km al oeste de la ciudad de Jiquilpan. Desde 1940 el Ing. Jorge Martínez Guerrero, vecino del lugar, encontró algunas tumbas prehispánicas que luego fueron estudiadas por el Profesor Eduardo Noguera y cuyos resultados fueron publicados en los Anales del Museo Michoacano en 1942. Desde entonces, este sitio es conocido y se encuentra registrado en el Atlas Arqueológico Nacional desde 1988. En la actualidad la loma donde se ubican los restos arqueológicos ha sido motivo de destrucciones por saqueadores. Los arqueólogos únicamente han realizado exploraciones en superficie para tratar de delimitar el espacio que debiera ser protegido.
Dibujo de la tumba estudiada por Otto Schondube
Eduardo Noguera (1942) dedicó sus exploraciones hacia la identificación de los elementos constructivos. Una de las primeras evidencias de arquitectura circular fue encontrada por Noguera en este sitio, ahora sabemos que esta manera de construir los espacios no fue exclusiva de esta sociedad, sino que estas manifestaciones existieron en distintas áreas culturales de Mesoamérica y en sitios de distintas temporalidades. Estas edificaciones fueron construidas con lajas escuadradas y redondeadas y formaban ángulos perfectos y una escalinata. Al pie de los muros de la estructura principal se encontraron entierros con ricas ofrendas. También se localizó un juego de pelota en la cúspide del cerro que desgraciadamente no fue excavado. Aunque la forma es rectangular, las medidas y proporciones del espacio son distintas a las que presentan la mayor parte de las canchas en Mesoamérica.
Las exploraciones tanto del Ing. Martínez como del propio Noguera, permitieron identificar un gran acervo de materiales arqueológicos, destacando un par de ollas grandes con decoración estucada y motivos semejantes a los que encontramos en los códices, una de estas grandes ollas se encuentra en el Museo Nacional de Antropología e Historia.
Entre los materiales recuperados en Jiquilpan hay figurillas humanas de barro que se han encontrado en diversas culturas de Michoacán, por ejemplo: El Otero, Cuitzeo y Apatzingán. Hoy días estas figurillas son la evidencia de una relación bidireccional entre las culturas antiguas de Michoacán y Teotihuacán.
En 1942, antes de la realización de las exploraciones en el campo de aviación, Eduardo Noguera exploró tres montículos y también encontró restos de edificios y muros aunque de menor calidad en comparación con los hallados en El Otero. Sin embargo, uno de los tres montículos es muy interesante por ser una estructura redonda hecha de piedras sin cortar. En este sitio se encontraron también varios entierros en hileras acompañados de vasijas de barro y collares de caracoles.
Importancia
Los hallazgos en ambas localidades indican que hubo un desarrollo importante desde épocas muy tempranas. Todavía desconocemos si se trata de una misma o de distintas culturas. Cabe mencionar que por su ubicación geográfica, Jiquilpan presenta objetos culturales de distintas regiones como de Jalisco y el centro de México.
II. Los primeros asentamientos en la región
Estaban vinculados con el conocido complejo Chupícuaro (500 a.C.-300 d.C.) cuyos vestigios se encuentran en muchas partes de la República Mexicana. La vasija trípode zoomorfa con motivos geométricos -arriba- es característica de esta cultura.
Durante esta época los habitantes de Jiquilpan vivían en pequeñas aldeas. Se manufacturaron figurillas de cara muy larga, con la nariz pronunciada y tocados muy elaborados. Muchas de las figurillas fueron recreadas para mostrar que las personas portaban orejeras hechas de jade. Destaca desde luego la figurilla femenina de nuestra portada, por su atuendo de falda decorada, el uso de orejeras y collar rematando con un peinado y trenzas largas. Esta singular figurilla de una importante señora presenta restos de pigmento color turquesa-verde y su gran valor es que son un marcador inconfundible de relaciones culturales y de temporalidad, se han encontrado en varios sitios de Michoacán como por ejemplo en Cuitzeo y Apatzingán, dos más se encontraron en Teotihuacan y con esto se constata su probable popularidad.
III. La cultura o tradición de Tumbas de tiro (de 300 a 900 d.C.)
La tumba cavada a los 2.5 m. de profundidad con forma de botella y tapada con piedras lajas, es un hallazgo importante no solo por la forma singular de la tumba, su gran antigüedad y la riqueza de los materiales arqueológicos encontrados, sino también por su ubicación dentro de la geografía mesoamericana. En otras palabras, con estos materiales podemos asegurar que la porción sur de la cuenca de Chapala formaba parte de las culturas mesoamericanas; las poblaciones antiguas de Jiquilpan se mantuvieron en constate comunicación e intercambiaban diversos bienes con otras sociedades contemporáneas, por ejemplo con Teotihuacan, solo que ahora sabemos que esta relación, antes pensada desde el centro de México, en realidad fue una relación en ambos sentidos, también Teotihuacan recibió la influencia de otras sociedades.
Los restos arqueológicos locales pueden ser enlistados: la figurilla femenina antes mencionada, la arquitectura circular, el sistema de enterramientos y la decoración al negativo en la cerámica. Por el contrario, los materiales de otras regiones son: la vasija de alabastro, la decoración pseudocloisonné, los motivos decorativos tipo códice de las ollas procedentes de El Otero y las rocas semipreciosas como la turquesa, cristal de roca, pirita y las conchas empleadas en la manufactura de los magníficos collares y las trompetas. En suma, El Otero además de su valor histórico es sitio arqueológico que debemos estudiar y proteger.
IV. La presencia purhepecha.
Durante los últimos siglos antes de la conquista española, el grupo dominante en lo cultural y en lo económico en este sector del país, fueron los purhepecha. Restos de cerámica finamente decorada y las evidencias de arquitectura de planta mixta conocida como yácatas, son claras muestras de la interacción con aquel grupo cuyo núcleo territorial fue la cuenca de Pátzcuaro. Destacan lugares como La Cantera, Sayula, Cerro Cururatán, Jacona, y el mismo Jiquilpan donde se han localizado evidencias importantes. En la colección hay varios objetos de esta cultura como los cascabeles de cobre y la esculturas de piedra. Destaca la que representa a un individuo masculino y la piedra con el petrograbado de motivos geométricos encontrada cerca del racho El Platanal.
V. Piezas singulares de la colección: 700 a.C.—1500 d.C.
Como vemos en esta colección, los objetos demuestran frecuentemente lo que era importante para los habitantes de aquel entonces. Algunos representan a animales como coyotes, patos, otros motivos solares, otras guerreros con las manos atadas. Dos ollas globulares grandes encontradas en El Otero representan ritos con la participación de personajes con indumentaria elaborada, tal vez a sacerdotes o guerreros. Hay una variación en los colores aplicados después de la cocción de las vasijas. Estas vasijas se encuentran en el Museo Nacional de Antropología. La misma técnica de decoración se puede ver en otros objetos como en una tercera olla globular de grandes dimensiones, en el banquillo o “taburete” de piedra y la concha con motivos en color azul y turquesa.
El banquillo es sin duda una de las piezas ejemplares de la colección, el trabajo detallado en una roca por demás dura como lo es el basalto y la decoración pseudocloisonné, en colores muy llamativos, presenta motivos decorativos en trazos geométricos y en colores rojo y blanco.
El nivel de desarrollo de la población antigua de Jiquilpan se comprueba por la presencia de ornamentos suntuarios como los collares que están exhibidos. Hay una franca riqueza en materiales como cristal de roca, turquesa, jade, pirita, concha y alabastro. Este último se utilizó para la manufactura de la vasija trípode de la exhibición. Muchos de los collares formaban parte de las ricas ofrendas de los entierros y definitivamente pertenecían a individuos de alto rango social. Sólo pocos individuos podían tener acceso a estos materiales importados. En resumen, la colección presenta piezas importantes por su valor histórico e indican un cierto tipo de organización social que amerita estudiarse con el fin de mejor conocer y proteger el legado de esta parte del Occidente mesoamericano.
Bibliografía
Chadwick, R., 1971, Archaeological Synthesis of Michoacán and Adjacent Regions. En Handbook of Middle American Indians vol. 10 Archaeology of Northern Mesoamerica, editado por G. F. Ekholm y I. Bernal, 657–693. Austin: University of Texas Press.
Lister, R. H.
Summary of the excavations at Cojumatlán, Michoacán, 1947, In El Occidente de México. Cuarta Reunión de Mesa Redonda, 26–27. México: Sociedad Mexicana de Antropología.
Excavations at Cojumatlán, Michoacán, 1949, México. Albuquerque: University of New Mexico Press.
Noguera, Eduardo, 1944, Exploraciones en Jiquilpan. Anales del Museo Michoacano segunda época (3):37–54, Morelia, Michoacán.